La gestión del capital en tiempos de crisis puede representar todo un desafío, pero nuestro enfoque de inversión a largo plazo y nuestra disciplina de valoración nos han ayudado a sacar partido de las perturbaciones del mercado
Las pequeñas empresas europeas han mostrado una firme resistencia en la crisis de la COVID-19.En los 12 últimos meses hasta finales de septiembre de 2020, el índice EMIX Europe ex UK Small Cap generó una rentabilidad total del 5,7% en euros, mientras que la rentabilidad en libras esterlinas ascendió al 8,4%; esto contrasta con el -7,3% (en euros) registrado por el índice MSCI Europe, un buen indicador de la rentabilidad de las grandes capitalizaciones.1
Quizás dicha rentabilidad no resultaba obvia desde el principio. Las compañías más pequeñas comportan más riesgo y pueden verse más castigadas en periodos de desaceleración económica, ya que están menos diversificadas y podrían disponer de menores recursos para capear el temporal. Entonces, ¿cómo abordamos este universo de inversión, sobre todo durante una crisis?
Ante todo, una crisis pone a prueba la fortaleza del modelo de negocio y la adecuación del capital de una compañía. Nuestra filosofía de invertir en compañías de elevada calidad con sólidos fosos económicos (o ventajas competitivas), atractivas rentabilidades y balances saneados nos ha permitido diferenciarnos de la mayoría durante este periodo de mayor incertidumbre. Las compañías con débiles fundamentales podrían ver desvanecer su valor patrimonial si, al comienzo de una desaceleración, presentan un excesivo apalancamiento financiero. En cambio, las compañías con robustos modelos de negocio que generan flujo de caja libre y demuestran su capacidad de crecimiento sin tener que recurrir a un elevado nivel de endeudamiento pueden afrontar el torbellino económico de manera mucho más eficaz y salir reforzadas al final de la crisis. Por lo tanto, la selección de valores cobra vital importancia.
En concreto, la pandemia mundial ha intensificado muchas tendencias que ya se han identificado como catalizadores de crecimiento a largo plazo para los tipos de compañías que privilegiamos. Por ejemplo, la digitalización y el mayor consumo de datos han seguido respaldando la ley de Moore y el gasto de capital en los semiconductores, lo que favorece a los líderes del mercado en tecnologías específicas para semiconductores. Mientras tanto, las principales compañías europeas de servicios de pago, que han aumentado su poder de fijación de precios a través de operaciones de consolidación, han experimentado un vigoroso crecimiento gracias a la continua transición desde el efectivo hacia los pagos electrónicos, alentada por las preferencias de los consumidores y por la normativa.
Las compañías de pruebas de diagnóstico y tecnología médica han ampliado considerablemente sus parques instalados, gracias a las inversiones en automatización e innovación en el sector de atención sanitaria, que impulsarán durante muchos años el crecimiento de los ingresos recurrentes de dichas compañías. Las plataformas tecnológicas con un sólido efecto de red han fortalecido su posición al adquirir nuevas cohortes de clientes «fidelizados», dada la intensificación de las operaciones en línea en sectores como el comercio electrónico, la banca electrónica, el reparto de comida a domicilio y el juego en línea. En nuestra opinión, estas tendencias se mantienen intactas y, si se combinan con ventajas competitivas, determinarán los ganadores a largo plazo.
Por el contrario, las compañías que descartamos, basándonos en los desafíos estructurales que afrontan por la disrupción tecnológica y los riesgos de sostenibilidad, se vieron sometidas a mayor presión este año debido a las restricciones impuestas por la pandemia y al mayor énfasis en los factores ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo). El sector de bienes inmuebles comerciales, por ejemplo, está sufriendo un deterioro del poder de fijación de precios como consecuencia de los cambios en la demanda, exacerbados por el teletrabajo y el consumo electrónico. Entretanto, la disrupción tecnológica en la distribución de contenido cinematográfico sigue suponiendo un desafío para los operadores de cine. Los riesgos de sostenibilidad y las responsabilidades conexas siguen siendo considerables en sectores contaminantes, como el petróleo y el gas. La evaluación de la sostenibilidad representa un pilar fundamental de nuestro proceso de inversión y mantenemos un posicionamiento infraponderado en compañías que comportan tales riesgos clave.
Por último, nuestro enfoque de inversión a largo plazo y nuestra disciplina de valoración nos han ayudado a sacar partido de las perturbaciones del mercado provocadas por los temores a corto plazo asociados a la crisis sanitaria. Durante la indiscriminada espiral de ventas registrada en la primera mitad del año, abrimos y reforzamos posiciones en compañías de elevada calidad a precios atractivos que ofrecían un significativo potencial de revalorización con respecto a su valor intrínseco.
No resulta fácil lidiar con unos mercados volátiles, aunque estos ofrecen oportunidades para los inversores pacientes. En el universo de pequeña capitalización abundan especialmente este tipo de oportunidades, puesto que las compañías reciben menos atención por parte de los analistas y son menos comprendidas. Esto proporciona al gestor activo un mayor margen de maniobra para generar alfa invirtiendo en compañías que inspiran gran confianza y que están bien analizadas. Nuestra filosofía de inversión centrada en la calidad y el crecimiento, nuestro proceso ascendente (bottomup) y nuestro enfoque a largo plazo han dado frutos en mercados tanto alcistas como bajistas. Esta lealtad a nuestro proceso nos ha permitido capear los diferentes entornos de mercado de 2020 y esperamos seguir haciéndolo en el futuro.