Las tendencias tecnológicas y la innovación disruptiva constituyen factores clave en los mercados de hoy en día. El mundo está cambiando, y la innovación se perfila como catalizador del crecimiento y el éxito. Las empresas que no consigan innovar se exponen más a perder cuota de mercado y sufrir reducciones de productividad, eficiencia y beneficios, o, en el peor de los casos, la propia quiebra.
Uno de los ejemplos más célebres es el auge y la caída de Kodak, que en su apogeo, antes de que la fotografía digital llegase para revolucionar su negocio principal, poseía el 90% del mercado de películas de EE. UU.1; como este, existen otros muchos ejemplos. Así, Blockbuster se hundió por la irrupción del «streaming» de películas en línea y la piratería; Nokia no fue capaz de innovar en el campo de los teléfonos inteligentes; y Tower Records se extinguió por el crecimiento de la distribución en línea, el «streaming» musical y la piratería.
La tecnología está cambiando con tal rapidez que, en el presente, incluso una empresa considerada en su día la más innovadora en su campo puede verse de repente destruida por un competidor capaz de producir algo más barato, mejor o que pueda mejorar las vidas de los consumidores en un modo que la empresa tradicional bien establecida no llegó a intuir.
A medida que estos disruptores aparecen y transforman los sectores tradicionales, y que el ritmo tecnológico se acelera, incluso las empresas más consolidadas deben adaptarse para mantenerse por delante del resto.
Las empresas que pueden sacar partido de la tecnología y la innovación la utilizan para adquirir una importante ventaja competitiva, lo que les permite cosechar mejores rentabilidades. Esto es clave.