- ILas infraestructuras son un elemento crucial de una economía y una sociedad en buen funcionamiento. Ahora bien, no todas las infraestructuras son creadas iguales. Una verdadera diversificación resulta indispensable para construir una cartera defensiva y resiliente con arreglo a la consolidada narrativa sobre infraestructuras.
- Pese al descenso sin precedentes de la actividad económica y las emisiones de carbono, el calentamiento mundial no ha desaparecido. El ímpetu por acelerar la marcha hacia un futuro con menos emisiones de carbono adquirió un renovado sentido de urgencia.
- La incertidumbre ha venido para quedarse. La forma en la que vivimos, trabajamos, viajamos y consumimos ha cambiado y probablemente tendrá efectos duraderos en el tipo y en la manera en la que se proporcionan las infraestructuras.
- Estamos convencidos de que nuestra hipótesis y nuestra estrategia de inversión a largo plazo, que otorgan prioridad a los temas de tecnología, disrupción y sostenibilidad, están bien posicionadas para sacar partido de la rápida transformación del orden económico.
En el turbulento año 2020, las infraestructuras representaron un aparente «refugio seguro», al mostrar una relativa resiliencia.
No obstante, las perturbaciones sin precedentes que sacudieron la clase de activos en el conjunto de sectores industriales y regiones
(de forma simultánea y en un breve periodo de tiempo) han alentado la reflexión sobre varios asuntos.
En primer lugar, las infraestructuras son un elemento crucial de una
economía y una sociedad en buen funcionamiento. Ahora bien, no todas las
infraestructuras son creadas iguales. Por ejemplo, los activos de transporte
basados en la demanda, como los aeropuertos y las autopistas de peaje,
se llevaron el peor golpe. Las energías renovables se comportaron bien,
pese a la caída del 5% anual en la demanda energética,1 mientras que las
energías renovables no relacionadas con el sector de la electricidad, como
los biocombustibles, junto con las energías convencionales, se vieron más
perjudicadas por los efectos de la crisis de la COVID-19. Los activos regulados
y bajo contrato se beneficiaron de una mayor estabilidad, al tiempo que los
activos digitales se perfilaron como claros ganadores. La clave está en el
nivel de sensibilidad a los ciclos económicos, y no en la etiqueta. Este año
nos ha recordado que una verdadera diversificación resulta indispensable
para construir una cartera defensiva y resiliente con arreglo a la consolidada
narrativa sobre infraestructuras.
En segundo lugar, las infraestructuras siguen resultando muy interesantes
para los inversores. Es más, las perspectivas de unos tipos de interés más
bajos durante más tiempo incrementaron aún más el atractivo de los activos
que pueden ofrecer flujos de efectivo constantes. La recaudación de fondos
durante los nueve primeros meses de 2020 ascendió a 78.500 millones de
USD, el segundo mayor nivel para dicho periodo desde 2015.2 Además,
la sostenibilidad en general está de moda, y las entradas en los fondos de
los mercados públicos sumaron en total más de 50.000 millones de EUR en
el tercer trimestre de 2020, lo que equivale a un 40% de todos los flujos de
fondos europeos.3
En tercer lugar, pese al descenso sin precedentes de la actividad económica
y las emisiones de carbono, el calentamiento mundial no ha desaparecido.
El ímpetu por acelerar la marcha hacia un futuro con menos emisiones de
carbono adquirió un renovado sentido de urgencia. Al mismo tiempo, la
pandemia puso de relieve las desigualdades sociales y los puntos débiles en
nuestras sociedades. La idea de que los negocios necesitaban una «licencia
social» para operar cobró impulso e incrementó el apetito de los inversores
por la inversión social. Los gobiernos europeos proclamaron la inversión en
infraestructuras como un medio para estimular la economía poscoronavirus
a través de importantes paquetes de medidas fiscales verdes.
La pandemia ha puesto de relieve las desigualdades sociales y los puntos débiles en nuestras sociedades. La idea de que los negocios necesitaban una “licencia social” para operar cobró impulso, lo que incrementó el apetito de los inversores por la inversión social
En cuarto lugar, la incertidumbre ha venido para quedarse. La forma
en la que vivimos, trabajamos, viajamos y consumimos ha cambiado y
probablemente tendrá efectos duraderos en el tipo y en la manera en la que
se proporcionan las infraestructuras. El año 2020 demostró que, incluso
en el sector de las infraestructuras, las transiciones pueden producirse a
una velocidad increíble. Las infraestructuras digitales ofrecen un ejemplo
perfecto: tras la migración masiva hacia el trabajo y el estudio desde casa,
la demanda de datos se multiplicó. Esto aceleró rápidamente una tendencia
estructural que se veía venir desde hace tiempo, y las infraestructuras de comunicación se convirtieron en un elemento esencial de una economía en
buen funcionamiento. Una encuesta elaborada por McKinsey4 estima que
esta aceleración (equivalente al ritmo de tres o cuatro años) está impulsando
el crecimiento de los centros de datos, por ejemplo.
¿Dónde creemos que podemos encontrar valor en 2021 en las infraestructuras de los países centrales? He aquí nuestra respuesta: en la enorme cantidad de inversión que se necesita para lograr el objetivo europeo de una transición hacia las energías sostenibles
Por todo ello estamos convencidos de que nuestra hipótesis y nuestra
estrategia de inversión a largo plazo, que otorgan prioridad a los temas de
tecnología, disrupción y sostenibilidad, están bien posicionadas para sacar
partido de la rápida transformación del orden económico.
Así pues, ¿dónde creemos que podemos encontrar valor en 2021 en las
infraestructuras de los países centrales (el foco de la estrategia)? He aquí
nuestra respuesta: en la enorme cantidad de inversión que se necesita para
lograr el objetivo europeo de una transición hacia las energías sostenibles.
El Pacto Verde de la UE propone una inversión de más de 750.000 millones
de EUR5 para respaldar esta transición, con iniciativas centradas en el
hidrógeno, la calefacción y los edificios, la carga de vehículos eléctricos,
el almacenamiento de energía y las baterías. Como cabría esperar,
muchas de las oportunidades en estos sectores se hallan en el mercado
de mediana capitalización.
Si bien muchos sectores son nuevos, creemos que la inversión en activos
de transición (a saber, los activos «marrones» que ofrecen servicios sociales
y económicos esenciales, pero que tienen claras y ambiciosas aspiraciones
para convertirse en activos «verdes») representa una importante fuente de
generación de alfa.
Miramos al futuro con entusiasmo. El enorme ímpetu por lograr una
recuperación verde refuerza aún más nuestra hipótesis de inversión y genera
más oportunidades.